lunes, 18 de abril de 2016

OBESIDAD Y DOLOR CRÓNICO, UN CÍRCULO VICIOSO


Resumen de la conferencia en el congreso SIMPAR, Roma, 2016.
Dra. Laura Arranz, Universidad de Barcelona.

La obesidad tiene un impacto negativo en la salud en general, en la funcionalidad y en la calidad de vida, sin embargo, estos efectos son aún mayores en pacientes que también padecen enfermedades que cursan con dolor crónico. Basado en el conocimiento actual y en las últimas publicaciones, es hoy evidente que hay una relación muy compleja entre la obesidad y el dolor crónico que va mucho más allá de lo que se podía haber pensado.

Hay dos mensajes publicados recientemente que son muy significativos a este respecto a la vez que impactantes:
  1. La obesidad es ahora un problema mayor que el hambre en el mundo. La prevalencia del bajo peso está disminuyendo y es menor a la prevalencia de la obesidad que además está creciendo cada año más. En 2014 el porcentaje de mujeres y hombres obesos en al mundo era de un 14,9% y un 10,8% respectivamente, y si sigue la tendencia actual se prevé que en 2025 la obesidad global llegue a más de un 21% en las mujeres y a un 18% en los hombres (Non-communicable Disease Risk Factor Collaboration. Trends in adult body-mass index in 200 countries from 1975 to 2014: a pooled analysis of 1698 population-based measurement studies with 19·2 million participants. Lancet 2016; 387: 1377–96).
  2. Exite una evidencia creciente de que la relación entre la obesidad y el dolor crónico no es casualidad. Actualmente sabemos que la coexistencia de ambos no es una coincidencia, que no son factores independientes y que, además, se afectan negativamente uno al otro [Editorial by Narouze & Souzdalnitski tittled Obesity and chronic pain: opportunities for better patient care published in Pain Manag. (2015) 5(4), 217–219].
La obesidad es el resultado del aumento de peso debido a un aumento anormal de los depósitos de grasa en el organismo. Puede valorarse por diversos parámetros, uno es el índice de masa corporal, o IMC, igual o superior a 30, pero también con otros como el perímetro de cintura, el índice cintura/cadera o el índice cintura/altura. La principal causa es una elevada ingesta de calorías (sobre todo en forma de grasas o de azúcares) y una falta de actividad física o un estilo de vida sedentario. Se sabe que el tejido adiposo no es sólo donde nuestro cuerpo almacena la grasa de reserva sino que es un órgano activo muy implicado en la regulación de las respuestas inflamatorias. Se sabe que las personas obesas sufren más dolor crónico que la población en general, que tienen peor funcionalidad y peor calidad de vida. Por supuesto el principal objetivo en el manejo de la obesidad es la reducción de peso para reducir así todos los factores de riesgo asociados.

El dolor crónico es una experiencia sensorial negativa debida a un posible daño en alguna parte del cuerpo, o a otras causas, y que dura más de 12 semanas. Hay muchas enfermedades que cursan con dolor crónico, algunas de las más habituales son la fibromialgia, el dolor de espalda, la osteoartritis y la artritis reumatoide, todas ellas son deshabilitantes en menor o mayor medida. Alrededor del 30% de la población mundial y aproximadamente un 20% en Europa sufre de dolor crónico, siendo más frecuente en las mujeres. Las personas que lo sufren suelen ser más propensas a la obesidad. El dolor crónico suele estar relacionado con inflamación sistémica y con desequilibrios neuroendocrinos. Y por supuesto también conduce a una pobre funcionalidad de la persona que lo padece y a una disminución de la calidad de vida. El principal objetivo en el tratamiento es reducir el dolor y mejorar la funcionalidad del paciente para poder realizar sus tareas habituales.

Tanto la obesidad como el dolor crónico tienen efectos negativos para la salud a muchos niveles como por ejemplo:
  • generar más estrés, ansiedad e incluso depresión
  • limitar la actividad física
  • disminuir la calidad y/o cantidad del sueño
  • reducir la capacidad de descansar y recuperarse
  • favorecer otras enfermedades como las cardiovasculares, la diabetes, etc
  • alterar la conducta dietética (dietas no saludables)
Todos estos efectos negativos se acentúan y se retroalimentan cuando obesidad y dolor crónico se dan en el mismo paciente, de manera que es básico ayudar a revertir el proceso. En los estudios publicados hasta el momento, algunos de los aspectos clave sobre este tema son:
  • Los pacientes que tienen fibromialgia, osteoartritis, dolor de espalda, artritis reumatoide u otras condiciones con dolor crónico tienen peor capacidad funcional y calidad de vida cuando además tienen obesidad.
  • La inflamación crónica sistémica podría estar involucrada en la perpetuación de ambos problemas, la obesidad y el dolor crónico.
  • Las personas con sobrepeso y obesidad son más propensas a tener este estado pro-inflamatorio que puede manifestarse como síndrome metabólico, pero también con una mayor prevalencia de enfermedades con dolor crónico.
  • El estilo de vida sedentario (muchas veces ocasionado por el propio dolor) está asociado a la inflamación sistémica, depresión, mala calidad y cantidad del sueño y baja percepción de salud, factores que a su vez también se perjudican cuando no se sigue una dieta saludable.
Es por eso que en el tratamiento debe contemplar un abordaje del paciente mucho más global, que contribuya a mejorar el peso corporal, a mantener la masa muscular, a disfrutar de la comida con menos calorías, a dormir mejor, a moverse un poco más, etc. Todo esto tendrá un efecto sinérgico creciente, y a medida que se vayan consiguiendo mejoras en un aspecto, esto repercutirá positivamente en los otros. En lo que a la dieta se refiere, se puede mejorar el estado nutricional, disminuir el estrés oxidativo, reducir la inflamación crónica, pero también valorar las posibles intolerancias alimentarias y el estado de la microbiota por posibles disbiosis. Mejorando todo esto en el paciente, podemos empezar a constuir una base sólida para mejorar la obesidad y el dolor crónico.




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