miércoles, 28 de marzo de 2018

EXCESO DE PESO, UNA CARGA PARA EL DOLOR CRÓNICO

El exceso de peso corporal es uno de los factores que más afecta de forma negativa al dolor crónico, cuanto más peso más dolor

Esto no solo sucede por el hecho de que se trate de una carga física, sino porque la acumulación de grasa en el organismo provoca unas alteraciones metabólicas que aumentan la inflamación crónica generalizada, cosa que empeora el dolor, además de otros aspectos de la salud.

El sobrepeso y obesidad son problemas de salud en sí mismos, pero también factores que empeoran el dolor crónico y, además, nos hacen más propensos a padecer otras patologías como la diabetes, enfermedades cardiovasculares, síndrome metabólico, depresión, alteraciones gastrointestinales, etc.

La complejidad de la regulación del peso y de la composición corporal y de la relación entre la alimentación y el dolor crónico, hace de este tema una prioridad a la hora de ayudar a los pacientes.

El exceso de peso corporal se produce por un aumento de la acumulación de grasa en el organismo debido principalmente a un desequilibrio entre las calorías ingeridas y las gastadas. La obesidad se produce cuando nuestro IMC (relación entre nuestro peso y nuestra altura) es mayor a 30 o también cuando la acumulación de grasa en el abdomen hace que nuestro perímetro de cintura sea superior a 88cm en mujeres y a 102cm en hombres.
La acumulación de grasa en nuestra zona abdominal es perjudicial para la salud cardiovascular, favorece la resistencia a la insulina y también el desarrollo de enfermedades o situaciones inflamatorias. También se ha observado su relación con el dolor, cuanto más perímetro abdominal, más inflamación y dolor.
Con la obesidad aumenta la inflamación crónica en el organismo y eso hace que sintamos más dolor pues se potencia la sensibilización central y se perjudica el equilibrio metabólico, endocrino e inmunitario.
Hay una estrecha relación entre el aumento de masa grasa abdominal y el aumento del dolor, es decir, los pacientes con sobrepeso u obesidad sienten más dolor, tiene peor salud y tienen peor funcionalidad física y peor calidad de vida que las que tienen un peso adecuado.
Son muchos los estudios que hablan sobre cómo la obesidad (y el sobrepeso) afecta de forma muy negativa en el nivel de dolor de pacientes con enfermedades como la fibromialgia, la artrosis, el dolor lumbar crónico, etc.
En todos ellos se pone de manifiesto que, a mayor peso, mayor es el dolor y que disminuyendo el peso, aun que sea en tan solo un 10% del peso inicial, los pacientes notan ya la mejoría.
Además, hay trabajos que ponen de manifiesto la relación positiva entre el mantenimiento de la masa muscular y mejora en el dolor, mejor función física y mejor calidad de vida. De manera que, conseguir un peso corporal adecuado y procurar mantener la masa muscular son factores básicos para reducir el dolor.
Pero la regulación del peso corporal es muy compleja y conseguir un peso adecuado en personas con obesidad y dolor es una tarea que requiere esfuerzo y constancia. La dieta debería ser equilibrada y suficiente para tomar solo la energía que gastamos cada día.
La ingesta de alimentos está afectada por factores como son el descanso y el sueño, el estrés, los estados de ánimo, la actividad física, la medicación y el dolor…
El hecho de no descansar lo suficiente o dormir pocas horas o tener una mala calidad del sueño nos hace comer más.
Estar bajo un estado de estrés crónico, como puede ser el hecho de sufrir dolor continuamente, altera la regulación de las señales de saciedad.
Las alteraciones en el estado de ánimo, la depresión y la ansiedad también afectan negativamente a cómo comemos…
La falta de actividad física nos hace perder masa muscular y por tanto sentirnos más cansados o con menos vitalidad, y eso también nos puede hacer buscar energía extra en la comida.
Además, se sabe que uno de los efectos positivos de hacer ejercicio físico es que éste ayuda a la regulación de la saciedad y el hambre.
Algunos fármacos también pueden alterar la ingesta o el metabolismo haciéndonos más susceptibles de ganar peso. Y para colmo, el mismo dolor, cuando es crónico, altera la conducta alimentaria ya que genera unas alteraciones en el sistema nervioso que hacen que los pacientes tengan menos control sobre sus impulsos de comer, y busquen de forma inconsciente el efecto analgésico-hedónico del hecho de comer.
Mientras comemos no sentimos dolor y además, si comemos algo que nos gusta, tendremos una sensación positiva que nos alivia aunque solo de forma fugaz. Pero es un mecanismo que tiene nuestro propio organismo para mantener su integridad física y mental, cuando sentimos algún tipo de tensión o estrés (en este caso el dolor crónico) el propio cerebro busca maneras de darse una recompensa y liberarse de esa sensación negativa…
En los pacientes con dolor crónico este mecanismo juega muy en contra pues el alivio instantáneo que se obtiene mientras se come algo apetecible, no compensa el hecho de que esto nos estará favoreciendo ingerir calorías de más y por tanto aumentar de peso

Y si aumentamos de peso, empeoramos el dolor


Por todo esto, y mucho más, es básico ayudar a los pacientes a llevar una dieta saludable que les permita mantener el peso corporal y siempre sin dejar de disfrutar de ricos platos y recetas.
Todas las recomendaciones tienen que adaptarse a cada paciente, pero hay algunas pautas generales que pueden tenerse en cuenta para mejorar el peso y el dolor:
Tienen que predominar los alimentos de origen vegetal pues son los que, en general, concentran más nutrientes en menos calorías.
Las verduras deben tomarse a diario al igual que las frutas, siendo ideal 2 raciones de las primeras y no más de 3 de las segundas.
Deben reducirse al máximo los azúcares y los alimentos ricos en grasas saturadas como la carne roja, los embutidos, algunos lácteos (postres y quesos curados), las galletas, la bollería y otros alimentos procesados.
Deben incluirse en la dieta, en raciones pequeñas, las semillas y los frutos secos como las nueces, las almendras, las avellanas o los pistachos.
Es importante tener unos horarios constantes de comidas y procurar evitar la ingesta de alimentos ricos en hidratos de carbono por la noche (para las cenas lo ideal son las verduras, las ensaladas, el pescado y el huevo)…

martes, 12 de septiembre de 2017

¿Por qué la nutrición es importante en los pacientes con dolor crónico?

La relación entre el dolor crónico y la nutrición es tan compleja como interesante. Y como pasa en las relaciones más sólidas, ésta versa en los dos sentidos, generándose una reciprocidad que retroalimenta a uno y a otro, ya sea en positivo como en negativo. El dolor crónico puede afectar a la alimentación y al estado nutricional de la persona que lo padece y viceversa la dieta puede afectar al nivel de dolor crónico y su evolución.


El dolor crónico

El dolor crónico, aquel que persiste más de 3 meses desde la causa que lo originó, tiene a día de hoy una repercusión enorme en la salud de muchas personas en el mundo debido a patologías de diversa índole, con elevada y creciente prevalencia de las enfermedades de tipo musculoesquelético. Ya no es considerado un síntoma, sino una enfermedad en sí mismo, por su independencia con la causa y por la repercusión que tiene en la salud, en el estado nutricional y en la capacidad de mantener un peso corporal adecuado. La presencia de un elevado estrés oxidativo y también de un estado de inflamación sistémica crónica son claves en su evolución y favorecen las alteraciones metabólicas y endocrinas que también agravan la situación de salud del paciente y empeoran el dolor. Además, la obesidad, tiene también mucha importancia en los enfermos con dolor crónico. En éstos, la prevalencia respecto a la población general es superior y la disminución de peso corporal siempre ha demostrado ser una ayuda pues disminuye el dolor y mejora el resto de sintomatología.

Influencia de la dieta en el dolor crónico

La dieta sin duda afecta a nuestro estado nutricional y a nuestra composición corporal, tanto cuando estamos sanos como cuando sufrimos alguna patología. Los alimentos que tomamos deben aportarnos las calorías justas y necesarias y los elementos indispensables para un buen funcionamiento de nuestro organismo como por ejemplo las vitaminas, los minerales, las proteínas, los hidratos de carbono, algunas grasas, la fibra y otros. Además, también es importante evitar que la dieta nos aporte  sustancias que pueden dañar nuestra salud como el exceso de azúcares, de grasas, de grasas saturadas, contaminantes, etc.
Teniendo en cuenta que el estrés oxidativo y la inflamación crónica son elementos clave y perjudican el desarrollo y la evolución del dolor crónico, es imprescindible que la alimentación aporte sustancias antioxidantes y antiinflamatorias como por ejemplo estos:

Antioxidantes
Vitamina A, C, E
Frutas, verduras, semillas, frutos secos, aceite oliva virgen extra
Selenio, zinc, cobre
Polifenoles
Otros (glutatión, lipoico, etc)
En todos los alimentos
Antiinflamatorios
Omega-3 (ácido a-linolénico)
Nueces, otros frutos secos y semillas
Omega-3 (EPA y DHA)
Pescado azul
Oleocantol
Aceite oliva virgen extra

Pero también será importantísimo eliminar elementos pro-inflamatorios en la dieta que favorezcan el dolor, como por ejemplo el exceso de azúcares, el exceso de grasas o el exceso de grasas omega-6 (presentes en muchos alimentos procesados).
En general, el perfecto equilibrio lo encontraremos si tomamos una alimentación de estilo Dieta Mediterránea con predominio de los alimentos de origen vegetal versus los de origen animal, si procuramos evitar los alimentos procesados y nos pasamos a los frescos y de temporada.
En los pacientes con dolor crónico son frecuentes dos problemas de salud muy relacionados con la dieta y que, de no tratarse, empeoran la sintomatología y la evolución de la enfermedad. Se trata de la obesidad y de las alteraciones gastrointestinales, debidas a veces, pero no siempre, a intolerancias alimentarias diagnosticadas. Así, perder peso y evitar los alimentos que provocan intolerancias, ya sean permanentes o pasajeras, ayuda a disminuir el dolor.

Influencia del dolor crónico en la alimentación

Pero también el dolor crónico tiene consecuencias sobre nuestro organismo que afectan negativamente a la alimentación de los pacientes. Por un lado, hay una dificultad en conciliar y mantener un sueño reparador debido al dolor y eso perjudica el metabolismo, altera las señales de saciedad e induce un aumento de la ingesta energética durante el día para así compensar la fatiga de no haber descansado. Además, los pacientes pueden buscar en la toma de cafeína una solución al cansancio, pero esto es una solución muy a corto plazo, pues lo único que se consigue es perpetuar la incapacidad para descansar durante la noche y además puede aumentar las hormonas del estrés como el cortisol favoreciendo así el aumento de peso.

También está descrito que los pacientes con dolor crónico pueden sufrir un aumento de la ingesta calórica e incluso incapacidad de controlar lo que se come debido al efecto hedónico y analgésico del comer. El dolor crónico afecta a la conducta alimentaria, seguramente por varios mecanismos regulados por el sistema nervioso, o debidos a las alteraciones en el sistema nervioso que se producen. Los pacientes buscan inconscientemente el placer en la comida y además nuestro sistema nervioso refuerza ese vínculo positivo pues además mientras comemos no sentimos dolor. Sean cuales sean los mecanismos, la persona que sufre dolor crónico no puede hacer la mayor parte de las cosas que hacía habitualmente, ni siquiera aquéllas que le producían sensaciones placenteras como el ejercicio físico, las relaciones sexuales, las relaciones sociales, etc. Por eso, el hecho de comer es uno de los “placeres” de la vida que el paciente sí puede disfrutar y por tanto se acentúa al prescindir de los muchos otros. Los trastornos de la conducta alimentaria en el contexto de enfermedades que cursan con dolor crónico no se han estudiado en gran detalle, pero sí se han descrito en contextos como la fibromialgia, la artrosis de rodilla y otros.

El asesoramiento nutricional en pacientes con dolor crónico debe ayudar principalmente a:

ü  Disminuir el estrés oxidativo y la inflamación
ü  Bajar de peso cuando haya sobrepeso u obesidad
ü  Mejorar la composición corporal, disminuyendo la masa grasa
ü  Reducir el síndrome metabólico (niveles altos de colesterol y/o triglicéridos, hipertensión arterial, resistencia a la insulina, diabetes tipo 2)
ü  Mejorar el contenido calórico y nutricional de la dieta
ü  Tratar las alergias y/o intolerancias alimentarias y las alteraciones gastrointestinales
ü  Entender la importancia del sueño para el control de la ingesta y el metabolismo
ü  Controlar la ingesta del exceso de calorías permitiendo al paciente seguir disfrutando del hecho de comer


Y por supuesto, el abordaje nutricional debe ser completamente individualizado y tener en cuenta todos los factores que en cada paciente pueden tener relación con su dieta. 

Dra. Laura I. Arranz

lunes, 18 de abril de 2016

OBESIDAD Y DOLOR CRÓNICO, UN CÍRCULO VICIOSO


Resumen de la conferencia en el congreso SIMPAR, Roma, 2016.
Dra. Laura Arranz, Universidad de Barcelona.

La obesidad tiene un impacto negativo en la salud en general, en la funcionalidad y en la calidad de vida, sin embargo, estos efectos son aún mayores en pacientes que también padecen enfermedades que cursan con dolor crónico. Basado en el conocimiento actual y en las últimas publicaciones, es hoy evidente que hay una relación muy compleja entre la obesidad y el dolor crónico que va mucho más allá de lo que se podía haber pensado.

Hay dos mensajes publicados recientemente que son muy significativos a este respecto a la vez que impactantes:
  1. La obesidad es ahora un problema mayor que el hambre en el mundo. La prevalencia del bajo peso está disminuyendo y es menor a la prevalencia de la obesidad que además está creciendo cada año más. En 2014 el porcentaje de mujeres y hombres obesos en al mundo era de un 14,9% y un 10,8% respectivamente, y si sigue la tendencia actual se prevé que en 2025 la obesidad global llegue a más de un 21% en las mujeres y a un 18% en los hombres (Non-communicable Disease Risk Factor Collaboration. Trends in adult body-mass index in 200 countries from 1975 to 2014: a pooled analysis of 1698 population-based measurement studies with 19·2 million participants. Lancet 2016; 387: 1377–96).
  2. Exite una evidencia creciente de que la relación entre la obesidad y el dolor crónico no es casualidad. Actualmente sabemos que la coexistencia de ambos no es una coincidencia, que no son factores independientes y que, además, se afectan negativamente uno al otro [Editorial by Narouze & Souzdalnitski tittled Obesity and chronic pain: opportunities for better patient care published in Pain Manag. (2015) 5(4), 217–219].
La obesidad es el resultado del aumento de peso debido a un aumento anormal de los depósitos de grasa en el organismo. Puede valorarse por diversos parámetros, uno es el índice de masa corporal, o IMC, igual o superior a 30, pero también con otros como el perímetro de cintura, el índice cintura/cadera o el índice cintura/altura. La principal causa es una elevada ingesta de calorías (sobre todo en forma de grasas o de azúcares) y una falta de actividad física o un estilo de vida sedentario. Se sabe que el tejido adiposo no es sólo donde nuestro cuerpo almacena la grasa de reserva sino que es un órgano activo muy implicado en la regulación de las respuestas inflamatorias. Se sabe que las personas obesas sufren más dolor crónico que la población en general, que tienen peor funcionalidad y peor calidad de vida. Por supuesto el principal objetivo en el manejo de la obesidad es la reducción de peso para reducir así todos los factores de riesgo asociados.

El dolor crónico es una experiencia sensorial negativa debida a un posible daño en alguna parte del cuerpo, o a otras causas, y que dura más de 12 semanas. Hay muchas enfermedades que cursan con dolor crónico, algunas de las más habituales son la fibromialgia, el dolor de espalda, la osteoartritis y la artritis reumatoide, todas ellas son deshabilitantes en menor o mayor medida. Alrededor del 30% de la población mundial y aproximadamente un 20% en Europa sufre de dolor crónico, siendo más frecuente en las mujeres. Las personas que lo sufren suelen ser más propensas a la obesidad. El dolor crónico suele estar relacionado con inflamación sistémica y con desequilibrios neuroendocrinos. Y por supuesto también conduce a una pobre funcionalidad de la persona que lo padece y a una disminución de la calidad de vida. El principal objetivo en el tratamiento es reducir el dolor y mejorar la funcionalidad del paciente para poder realizar sus tareas habituales.

Tanto la obesidad como el dolor crónico tienen efectos negativos para la salud a muchos niveles como por ejemplo:
  • generar más estrés, ansiedad e incluso depresión
  • limitar la actividad física
  • disminuir la calidad y/o cantidad del sueño
  • reducir la capacidad de descansar y recuperarse
  • favorecer otras enfermedades como las cardiovasculares, la diabetes, etc
  • alterar la conducta dietética (dietas no saludables)
Todos estos efectos negativos se acentúan y se retroalimentan cuando obesidad y dolor crónico se dan en el mismo paciente, de manera que es básico ayudar a revertir el proceso. En los estudios publicados hasta el momento, algunos de los aspectos clave sobre este tema son:
  • Los pacientes que tienen fibromialgia, osteoartritis, dolor de espalda, artritis reumatoide u otras condiciones con dolor crónico tienen peor capacidad funcional y calidad de vida cuando además tienen obesidad.
  • La inflamación crónica sistémica podría estar involucrada en la perpetuación de ambos problemas, la obesidad y el dolor crónico.
  • Las personas con sobrepeso y obesidad son más propensas a tener este estado pro-inflamatorio que puede manifestarse como síndrome metabólico, pero también con una mayor prevalencia de enfermedades con dolor crónico.
  • El estilo de vida sedentario (muchas veces ocasionado por el propio dolor) está asociado a la inflamación sistémica, depresión, mala calidad y cantidad del sueño y baja percepción de salud, factores que a su vez también se perjudican cuando no se sigue una dieta saludable.
Es por eso que en el tratamiento debe contemplar un abordaje del paciente mucho más global, que contribuya a mejorar el peso corporal, a mantener la masa muscular, a disfrutar de la comida con menos calorías, a dormir mejor, a moverse un poco más, etc. Todo esto tendrá un efecto sinérgico creciente, y a medida que se vayan consiguiendo mejoras en un aspecto, esto repercutirá positivamente en los otros. En lo que a la dieta se refiere, se puede mejorar el estado nutricional, disminuir el estrés oxidativo, reducir la inflamación crónica, pero también valorar las posibles intolerancias alimentarias y el estado de la microbiota por posibles disbiosis. Mejorando todo esto en el paciente, podemos empezar a constuir una base sólida para mejorar la obesidad y el dolor crónico.




domingo, 11 de octubre de 2015

NUTRICIÓN Y DOLOR CRÓNICO, ¿QUÉ PAPEL TIENE LA DIETA?

Las personas que padecen fibromialgia suelen sufrir otras patologías como el síndrome de fatiga crónica, la sensibilidad química múltiple, el desorden temporomandibular, el síndrome de piernas inquietas, el síndrome del colon irritable, intolerancias alimentarias, sensibilidad al gluten, síndrome metabólico, sobrepeso u obesidad, etc. Muchas de ellas están relacionadas directamente con la alimentación y pueden mejorarse mediante intervenciones dietéticas.



En las personas con fibromialgia se dan además una serie de factores que acentúan aún más la necesidad de cuidar la alimentación. La existencia de patologías relacionadas con la dieta (hipercolesterolemia, diabetes, sobrepeso u obesidad, etc), alteraciones gastrointestinales, intolerancias alimentarias, desequilibrios nutricionales, nivel elevado de estrés oxidativo y de inflamación crónica, falta de actividad física, mala calidad del sueño, uso de medicación y de suplementos nutricionales, etc. Todos estos factores afectan al metabolismo y muchos de ellos favorecen el exceso de peso. Por ello cuidando la alimentación todos estos factores mejoran redundando así en una mejora en el estado nutricional, en la salud y en la calidad de vida del paciente. Comemos cada día y varias veces al día, de manera que si lo hacemos lo más correctamente posible es una potente herramienta para el manejo de esta patología.

En la fibromialgia, el tratamiento más eficaz es aquel multicidisciplinar que contempla, además de los fármacos, la actividad física adaptada, la educación al paciente sobre la enfermedad, las técnicas de relajación, y la terapia cognitivo-conductual. El asesoramiento nutricional no es todavía una herramienta que se utilice de forma generalizada y no existen recomendaciones específicas, sólidas y consensuadas sobre la alimentación en la fibromialgia. Sin embargo, algunos pacientes sí buscan en determinadas dietas o productos la solución a sus síntomas, muchas veces sin tener la garantía de un beneficio real y duradero. Los estudios realizados hasta el momento aportan muchos datos sobre cómo con la alimentación se puede aumentar la ingesta de nutrientes, especialmente aquellos antioxidantes y antiinflamatorios y como consecuencia optimizar el estado de salud y la calidad de vida.

De todo ello hablaremos el próximo 4 de noviembre a las 18h en la charla-taller sobre Nutrición y fibromialgia. Será una buena oportunidad para preguntar y resolver dudas.

Información de la charla-taller:

Nutrición y dolor crónico
4 de noviembre, de 18 a 19h
Descripción: Charla sobre cómo mejorar la salud a través de la dieta en personas con patologías como la fibromialgia y el síndrome de fatiga crónica.
A cargo de: Dra. Laura Isabel Arranz, autora del libro Fibromialgia, nutrición y calidad de vida, fundadora del proyecto Gana Nutrición (www.gananutricion.es).
Precio: 10€/persona (la persona que realice la inscripción puede venir con un acompañante de forma gratuita)
Lugar: IDE (Institut de l’Estrès), C/Sant Sebastià, 24 bajos 08030 Barcelona
Inscripciones en: 934613191 o informacio@institutestres.com 

http://www.institutestres.com/taller-sobre-alimentacion-y-dolor-cronico--n-18-es.html 

viernes, 25 de septiembre de 2015

FIBROMIALGIA Y FATIGA CRÓNICA: NO TENGO FUERZAS PARA RENDIRME

Apreciados amigos y amigas,

Como algunos sabéis el pasado fin de semana tuve la suerte de participar en el Fibrosymposium en Granada. Fue una buena oportunidad para compartir con médicos y otros profesionales la importancia de la dieta en patologías como la FIBROMIALGIA y SÍNDROME DE FATIGA CRÓNICA. Allí puede explicar que son muchos los factores que afectan al estado nutricional de los pacientes y a su oxidación-inflamación, que son muchos los estudios que nos han dado pistas sobre aspectos nutricionales importantes en estas enfermedades pero que, sin embargo, a día de hoy estamos viendo solo la punta del iceberg. Si el paciente tiene dolor, fatiga, no duerme bien, toma medicación, prueba dietas de aquí y de allá, tiene otras patologías, sufre intolerancias alimentarias, toma suplementos y además no puede hacer actividad física, ¿cómo vamos a pensar que su alimentación no es relevante?


















Ahora necesitamos ir paso a paso, como desenredando un ovillo de lana, para ver realmente dónde se inician estos trastornos, qué factores son los que desencadenan ciertos síntomas, qué patologías se refuerzan entre sí y cómo… Y así, desenredado el enredo, podemos empezar a hilar fino y a ordenar los desórdenes que sufren los pacientes.

Veo muchas veces la información que compartís y, por desgracia, no siempre tengo tiempo de comentarlo todo. Pero siempre lo leo y procuro seguiros en vuestra búsqueda, que también es la mía. Hasta ahora tenemos pistas, muchas pistas, de que todo está relacionado: el dolor, la fatiga, el sueño, la alteraciones de la microbiota intestinal, las intolerancias alimentarias, las sensibilidades, etc, etc. Es algo mucho más complejo de lo que parece y quizás también más sencillo de lo que pensamos… Cuando leía hace unos días “el gran descubrimiento” de algunos estudios sobre la mala calidad o poca cantidad de horas de sueño con enfermedades, pensé que estamos perdiendo el sentido común en busca de la más estricta demostración científica de cosas que ya sabemos. He reflexionado mucho estos días, y soy consciente de que el conocimiento debe servir para dos cosas, la primera para generar más hipótesis, más investigación, más estudios y por tanto, aún más conocimiento, y la segunda, y más importante, para aconsejar cada vez más y mejor a los pacientes. Con todo lo que sabemos a día de hoy, no se puede ignorar la alimentación como un factor básico para la salud y también para la enfermedad.

Así que, mientras desenredamos el ovillo que seguramente hemos enmarañado nosotros mismos, debemos trabajar por una buena información al paciente para que también pueda mejorar su alimentación y por tanto su bienestar y su salud. Espero aportar mi granito de arena a ese objetivo, aunque a veces me siento lenta en las aportaciones pues no es fácil comunicar con criterio y responsabilidad. De momento, sigo trabajando en mi próximo libro, y en lo que pueda iré compartiendo información por aquí también.

Os dejo con esta imagen de una exposición que vi hace unos días.

La “casualidad” y una extraña “intuición” me llevó a visitar un nuevo espacio cultural en el barrio de Sant Andreu (Barcelona), donde encontré una exposición dedicada a la FATIGA, con un mensaje reivindicativo y controvertido que os invito a leer en este link:


http://ajuntament.barcelona.cat/centredart/es/content/indisposici%C3%B3n-general-ensayo-sobre-la-fatiga-0

Ciertamente, estamos enmarañando el ovillo…

Un abrazo a todos y todas,

Laura

domingo, 30 de agosto de 2015

FIBROMIALGIA, FATIGA CRÓNICA Y ALIMENTACIÓN, UNA ENCUESTA PARA SEGUIR INVESTIGANDO

Como sabéis ya llevo unos años siguiendo el tema de la importancia de la dieta en pacientes con fibromialgia (FM) y síndrome de fatiga crónica (SFC). En una extensa revisión bibliográfica que hice hace cinco años escribí sobre los estudios que hablaban del elevado estrés oxidativo que presentan estos pacientes, de la influencia negativa que ejerce el exceso de peso, de la importancia de la inflamación, de la posible presencia de deficiencias nutricionales, del posible beneficio de los antioxidantes y otros suplementos nutricionales, etc. Ya en aquel momento pude también observar que en muchos trabajos se hablaba de la coexistencia frecuente de patologías como el síndrome del intestino irritable (SII) y también de intolerancias alimentarias diagnosticadas o percibidas.
En este momento vuelvo a revisar todos los trabajos que dan pistas nuevas sobre la relación entre la FM y el SFC con patologías relacionadas con la dieta. En este caso aparecen muchos trabajos sobre la elevada prevalencia de SII entre pacientes de FM y SFC y la presencia de intolerancias como a la lactosa, la celiaquía, etc, mencionándose incluso la sensibilidad al gluten no celíaca y la intolerancia a FODMAPs (siglas en inglés de Fermentable Oligosaccharides, Disaccharides, Monosaccharides, and Polyols, que en español significa monosacáridos, disacáridos, oligosacáridos y polioles fermentables). Y lo más importante aparecen muchas hipótesis que de momento no están confirmadas como el rol de la microbiota intestinal, o el hecho de si la dieta sin gluten es la solución o si lo es la dieta libre o baja de FODMAPs.
Ante todo este panorama tan complejo, en el que cada vez más se percibe la estrecha relación que tiene todo esto pero todavía se plantean muchos interrogantes, se hace necesario destacar la necesidad de investigar más. Estoy segura, y por suerte no soy la única, de que LA MAYORÍA DE PACIENTES QUE SUFREN DOLOR CRÓNICO Y FIBROMIALGIA tienen trastornos gastrointestinales y otras patologías relacionadas con la DIETA. Por esto sigo convencida de que la alimentación puede mejorar la sintomatología y la calidad de vida de estas personas. Es por eso que me vuelvo a plantear una sencilla encuesta para tener una primera aproximación y unos primeros datos que puedan servir para generar interés en la comunidad científica. Es necesario saber qué hay detrás de estas patologías para poder ayudar correctamente a los pacientes también con un buen ABORDAJE DIETÉTICO.
VUESTRA COLABORACIÓN TIENE MUCHO VALOR. Si tenéis fibromialgia y/o fatiga crónica y también 3 minutos, entrando en el link podéis contribuir:
Espero poder compartir todo esto muy pronto con todos vosotros aquí, a través de mi blog y también en mi próximo libro, y con otros profesionales de la salud en el próximo VI Simposio International para el estudio del dolor crónico y la fibromialgia.
Gracias por adelantado. Un abrazo.
Laura

domingo, 1 de febrero de 2015

FIBROMIALGIA Y DIETA SIN GLUTEN

Las alteraciones gastrointestinales son frecuentes en pacientes con fibromialgia (FM) y en muchos de ellos se confirma también el diagnóstico de síndrome de colon irritable (SCI), pero no en todos los casos. La mayoría de pacientes con FM que no tienen SCI también manifiestan síntomas gastrointestinales inespecíficos como dolor abdominal, dispepsia, sensación de hinchazón, flatulencia, etc. Estos síntomas son comunes también en los desórdenes relacionados con el gluten, tanto en la enfermedad celíaca como en la sensibilidad al gluten no celíaca. Este síndrome de sensibilidad al gluten no celíaca ha sido recientemente descrito dentro de los desórdenes relacionados con el gluten, y está caracterizado por síntomas muy similares a los del SCI y otras manifestaciones extra-intestinales que ocurren después de la ingestión de gluten en pacientes no celíacos ni alérgicos al trigo.

Este hecho y esta similaridad entre los síntomas gastrointestinales y también otros no gastrointestinales entre la FM y los desórdenes relacionados con el gluten, ha llevado a pensar que la sensibilidad al gluten tiene un papel relevante en la fibromialgia, por lo menos para algunos pacientes. Además, la sensibilidad al gluten no celíaca se ha relacionado con el síndrome de colon irritable, con lo que se empiezan a postular hipótesis sobre la relación de estas alteraciones.

Una de las hipótesis es que quizás la sensibilidad al gluten no celíaca está presente en algunos pacientes con FM debido o favorecido por dos factores:
  • la mayor susceptibilidad química múltiple en estas personas y
  • la mayor sensibilidad a componentes o ingredientes presentes en los alimentos
Parece ser que en pacientes con FM severa los síntomas gastrointestinales pueden llegar a ser de la misma magnitud que en pacientes con celiaquía y se piensa que estos pacientes podrían tener también alguna patología relacionada con la sensibilidad al gluten, sin embargo, esto es, a día de hoy, una hipótesis ya que necesita una mayor comprobación y no sería extrapolable a toda la población con fibromialgia. También hay datos sobre la mayor frecuencia de enfermedad celíaca en pacientes con FM y SCI que no en pacientes con sólo SCI (sin FM). El síndrome del colon irritable y la fibromialgia son dos desórdenes funcionales crónicos comunes en la población y que muchas veces se detectan en la misma persona. Una parte de la población que sufre a la vez SCI y FM también tiene enteritis linfocítica (EL), una alteración en el número de linfocitos presentes en el epitelio intestinal, que, por sí misma, no es específica de la enfermedad celíaca, sino que también puede darse en otras situaciones como alergias alimentarias, enfermedades autoinmunes, infecciones por Helycobacter pylori, tratamientos con antiinflamatorios no esteroidos (AINEs), etc. La enteritis linfocítica es más frecuente en los pacientes con enfermedad celíaca que en aquellos con sensibilidad al gluten no específica y puede darse con o sin atrofia de las vellosidades de la mucosa intestinal. Un dato interesante que se ha observado en un grupo de pacientes es que alrededor el 20% de los que tenían SCI y FM con enteritis linfocítica tenían familiares con enfermedad celíaca, mientras que también parecía más frecuente los casos de familiares con FM entre los pacientes con EL.

A la vista de estos datos sobre el solapamiento entre la fibromialgia y los desórdenes relacionados con el gluten sugieren, en la actualidad, que una dieta sin gluten puede ser beneficiosa para la FM. Sobre esta idea o hipótesis ya hay varios grupos de investigación en España que están trabajando, aunque todavía hay muchos interrogantes. Eliminar el gluten de la dieta ¿será beneficioso para todos los pacientes?, ¿cuál es la verdadera causa de que estos síndromes y síntomas estén relacionados?, ¿tenemos el conocimiento suficiente para hacer una recomendación general?

En algún estudio se ha valorado ya la repercusión de una dieta sin gluten en pacientes con FM, sin embargo los resultados hay que leerlos cuidadosamente para no sacar conclusiones precipitadas. En un estudio se concluyó que la eliminación del gluten no era apropiada para pacientes con FM y SCI si sus mucosas intestinales tenían un recuento de linfocitos normal (no tenían enteritis linfocítica) y aunque los resultados eran positivos en pacientes con FM, SCI y EL, aún son necesarios más estudios para confirmar este hecho. Además, se recomienda que para retirar el gluten de la dieta conviene confirmar que el paciente tiene enfermedad celíaca u otra sensibilidad al gluten.

También otro trabajo ha dado resultados positivos, tanto como remisión de la FM, en veinte pacientes con FM severa, sin enfermedad celíaca pero con enteritis linfocítica (o linfocitosis intraepitelial), de los cuales ocho también tenían síndrome de fatiga crónica y diecisiete tenían enfermedades gastrointestinales diagnosticadas como SCI, dispepsia, hernias, intolerancia a la lactosa, colitis no específica, etc). La dieta sin gluten fue llevada a cabo durante 16 meses y en todos los pacientes, antes o después y en mayor o menor medida, hubo mejora de los síntomas, llevando a concluir a los autores que estas personas podrían tener sensibilidad al gluten no celíaca y que esto les podía estar provocando la FM. Por supuesto, esto es una hipótesis sobre la que también se está trabajando en más profundidad.

Y aunque ya tenemos estos datos fruto de la investigación, aún es temprano para sacar conclusiones, no se considera que haya todavía un estudio profundidad suficiente sobre el beneficio que una dieta sin gluten puede tener en pacientes con FM. Está claro hasta el momento que eliminar el gluten de la dieta no es una recomendación adecuada para todos los pacientes con FM y que el beneficio de este tipo de dieta lo obtendrán, obviamente, aquellas personas, con FM o no, que tengan algún desorden relacionado con el gluten, sea enfermedad celíaca, sensibilidad al gluten no celíaca o incluso alergia al trigo. Sí parece claro que, en personas con algún desorden relacionado con el gluten, la presencia de éste en la dieta puede desencadenar o disparar la sintomatología de la FM (e incluso del síndrome de colon irritable y del síndrome de fatiga crónica).

Es muy positivo que se esté investigando sobre estos temas, ya que es la única forma de dar con las soluciones más adecuadas, y, en mi opinión, quizás el foco podría ponerse en dos puntos clave:
  • el primero en diagnosticar estos desórdenes relacionados con el gluten en pacientes con FM y/o SCI para así instaurar dieta sin gluten en quien realmente lo necesite, y,
  • el segundo en seguir investigando sobre el porqué estas patologías y síndromes están tan relacionados, ¿dónde acaba uno y dónde empieza el otro?

Dra. Laura I. Arranz